Que la magia de diciembre no se apague en enero
Ya estamos en diciembre. Ya se siente. No hay más que salir a la calle para notarlo. Y no me refiero solo a que las luces ya iluminan las calles de Arucas y de tantos rincones de Gran Canaria, ni al fresco que nos invita a ponernos el abrigo. Me refiero a esa vibración especial que ya está entre nosotros. Es como si, ahora mismo, el mundo hubiera bajado las revoluciones y nos hubiéramos dado permiso mutuo para ser un poco más humanos, un poco más cercanos.
La Navidad ya está aquí y tiene esa magia extraña y maravillosa: nos ablanda el corazón.
El milagro del «ahora»
Vivimos corriendo todo el año, pero justo en estos días, hacemos una pausa. La importancia de estas fechas, que ya estamos disfrutando, no reside en las compras de última hora ni en lo abundante que sea la cena que estamos planeando. Lo verdaderamente revolucionario de estos días es la actitud de compartir que ya estamos poniendo en práctica.
Es esa llamada que ya estás haciendo a un amigo lejano, es esa visita a los abuelos, es sentarnos a la mesa y mirarnos a los ojos. En Canarias sabemos mucho de esto; nuestras mesas se están llenando ya de historias, de risas y de ese calor humano que es, sin duda, nuestro mejor clima.
¿Y si la navidad fuera una actitud permanente?
Como maestro, siempre he intentado transmitir a mis alumnos que los valores no tienen fecha de caducidad. Y ahora que estamos en medio de esta vorágine de buenos deseos, pienso: ¿Se imaginan cómo sería Gran Canaria, cómo sería el mundo, si lográramos mantener esta versión de nosotros mismos durante los otros once meses del año?
Imaginen que esa paciencia que tenemos hoy, esa amabilidad que mostramos ahora al ceder el paso, o esa generosidad al compartir, no se apagaran cuando recojamos los adornos.
- Si fuéramos capaces de trasladar este deseo de paz actual a nuestra convivencia diaria de febrero o mayo, nuestros barrios serían lugares más amables.
- Si mantuviéramos la solidaridad que brota ahora mismo, nadie en nuestra isla se sentiría solo el resto del año.
- Si conserváramos la ilusión que vemos estos días en los ojos de los niños (y de los adultos), afrontaríamos los problemas cotidianos con mucha más esperanza.
El mejor regalo es estar presente
Ya estamos celebrando. Y aunque a veces nos obsesionamos con lo material, los tiempos difíciles nos han enseñado algo valioso: el lujo verdadero es el abrazo que damos hoy. El regalo más caro es el tiempo que le estás dedicando ahora mismo a escuchar a alguien.
Les invito a exprimir estos días que ya estamos viviendo. Disfrutemos de las luces, de los villancicos y del turrón, por supuesto. Pero hagamos un pequeño pacto con nosotros mismos aquí y ahora: guardemos un poquito de esta luz para cuando vuelva la rutina.
Ojalá seamos capaces de estirar la Navidad. Que la empatía, el cariño y las ganas de compartir no sean una decoración de temporada, sino el motor que mueva nuestra vida cada día.
Desde aquí, como un vecino más que disfruta de estas fiestas con ustedes, les deseo que sigan viviendo una Navidad llena de ese espíritu de bondad que ya respiramos.
¡Felices fiestas y a disfrutar del momento!

